Cuando hablamos del hambre emocional, lo primero que nos viene a la cabeza es el comer cuando tenemos ansiedad, estamos estresados, tristes, enfadados, decepcionados con alguna persona o situación, etc. Como puedes ver, todas ellas son emociones negativas. Pero el hambre emocional, no solo engloba las emociones negativas, sino también las positivas, como por ejemplo:
- «Me voy a comer un pastel, porque me he portado bien y me lo merezco».
- «Estoy tan feliz que, para celebrarlo, voy a pedirme una pizza».
- «Cuando me porto bien, mi madre me compra chucherías».
Como veis, el premiarse con la comida y el premiar a los demás (incluidos los más pequeños de la casa) no siempre va acompañado de connotaciones negativas. Lo que está claro es que resulta igual de perjudicial para la salud. ¿Quieres conocer los peligros de premiarse con la comida? Te invito a continuar leyendo este post:
Los peligros de premiarse con la comida
Socialmente, está mucho más aceptado el comer dulces y alimentos ricos en grasas saturadas cuando hay un motivo de celebración: una reunión de amigos, un cumpleaños, el nacimiento de un nuevo miembro de la familia, que suele venir con la cajita de bombones o pastas incluida.
Sin darnos cuenta, estamos creando un hábito, estamos relacionando un evento feliz con un tipo de alimentación nada beneficiosa para la salud.
Otro de los mayores peligros que hay es el premiar a los niños con alimentos ricos en grasas y azúcares refinados. Lo que el niño aprende así es que las chucherías son un premio. Las idealizan de tal manera que incluso son capaces de comerse ese plato de puré verde (nada apetecible) con tal de conseguir la piruleta, el premio.
Una alternativa sería premiar al niño con más cariño y dedicarle más tiempo, como por ejemplo:
- Ver una película juntos.
- Ir a ese parque que tanto le gusta.
- Leerle un cuento que elija.
- Hacer manualidades juntos.
Hay mil premios mejores que «negociar» con la comida, ¿no te parece?
Se consciente de lo que tu cuerpo necesita en cada momento y… ¡Cómete la Vida!
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