Son muchos los que afirman que son las emociones las que influyen sobre la manera de comer. En cambio, son muchos también los que pueden demostrar que es la alimentación la que desencadena determinadas emociones en nosotros. En mi opinión, ambas afirmaciones tienen todo el sentido del mundo.

¿Te ha ocurrido alguna vez que has sucumbido al placer de comerte ese pastel para aliviar la tensión/ansiedad y, tras hacerlo, te ha invadido la culpa? Lo que te ha ocurrido es que una emoción ha desencadenado un comportamiento alimentario y ese alimento ha provocado una emoción. En este caso, distinta a la deseada.

Tú buscabas ponerte de buen humor y, sin embargo, has obtenido el efecto contrario. Y la pregunta es, ¿tenías hambre realmente? ¿Qué te parece si le damos una explicación a esta situación viendo brevemente qué es lo que ocurre en tu cuerpo?

El primer paso es escuchar a tu cuerpo y saber diferenciar entre el hambre real, es decir, el que tu cuerpo manifiesta y el hambre emocional, el que tu mente pide a gritos satisfacer.

El hambre fisiológico

buen humorCuando me refiero al hambre fisiológico, estoy hablando del hambre real, de la necesidad ante la falta de energía. Sus principales síntomas son:

  • Ante la pregunta “¿qué te apetece comer?” los alimentos ricos en grasas y azúcares refinados no tienen por qué estar en tu respuesta.
  • Sientes un bajón de energía y disminuye tu concentración.
  • Puede que incluso llegues a bostezar.
  • Hace más de 2-3 horas que no has comido nada.
  • Eres capaz de comer con calma.
  • Tras comer, te sientes satisfecho y de buen humor.

El hambre emocional

Este tipo de hambre es algo más complicado de explicar, ya que cada cuerpo y mente son distintos y cada persona puede actuar de distinta manera ante el hambre emocional. Por continuar con el hilo en este artículo, me voy a ceñir a detallar los posibles síntomas siguiendo el ejemplo de satisfacer la ansiedad (muy común hoy en día) que he explicado en la introducción:

  • buen humorSi te preguntaras qué te apetece comer en ese momento, los alimentos ricos en azúcares refinados y grasas estarán en tu cabeza. Es más, si tuvieras una manzana delante, por poner un ejemplo, ¡ni la comerías!
  • Tus niveles de energía pueden ser correctos, los que te distraen en todo momento son esos “pensamientos saboteadores” que tu mente envía para que lo dejes todo y les hagas caso.
  • Se te hace difícil la espera o la imposibilidad de poder comer eso que tienes en la mente. Debes quitarte ese hambre emocional de inmediato.
  • No hace tanto que has picado algo.
  • Comes deprisa, con ansia.
  • Por fin, consigues tu objetivo y, al contrario de lo que habías imaginado, el buen humor brilla por su ausencia. Las emociones que pueden estar invadiéndote a los pocos minutos de haber comido son más bien de culpa y remordimiento.

Al contrario de lo que puedas pensar, los alimentos ricos en grasas y azúcares, además de tener la capacidad de crear una adicción superior a la de algunas drogas, provocan depresión, baja autoestima y culpabilidad.

La comida que SI te pone de buen humor

Ahora que sabes realmente que con los alimentos ricos en grasas y azúcares no vas a conseguir ponerte de buen humor – más bien todo lo contrario -, estos son los alimentos que SI te ayudarán a estimular la producción de serotonina (una de las hormonas de la felicidad) gracias a su contenido en Omega-3 y triptófano:buen humor

  • Aguacate
  • Frutos secos (nueces, pistachos, almendras, avellanas…) y frutas frescas
  • Pescados azules (salmón, trucha, boquerón, bonito, sardinas, atún…)
  • Cereales integrales
  • Legumbres
  • Chocolate negro
  • Aceite de oliva
  • Lecitina (presente en los huevos y en la soja)

Prioriza y selecciona los mejores alimentos para tu cuerpo y tu mente y… ¡Cómete la Vida!